El misterio del Cráneo del Destino

El misterio del Cráneo del Destino

El “Craneo del Destino” es el nombre de una de las calaveras de cristal más famosas entre las que se han encontrado en diversos puntos del continente americano. Fue hallado en el año 1927 por Fredrik A. Mitchell-Hedges. Es un llamativo objeto de cristal de poco más de 5 kg de peso, que tiene la particularidad —aparte de poseer una extraordinaria terminación— de que su mandíbula está separada y articulada.

En 1924 llegaba a la selva tropical de Belice, en América Central, el polifacético explorador inglés Frederick A. Mitchell Hedges, acompañado de su hija adoptiva Anna, de su secretaria Jane Houlson, el médico y experto en cultura maya Dr. Thomas Gann, el representante del Museo Británico capitán Joyce y la financiera de la expedición Richmond Brown.

Frederick Mitchell-Hedges era toda una celebridad en los años veinte. Aventurero ambicioso e inteligente, permaneció durante años en diferentes lugares de Norteamérica y Sudamérica, desempeñando los más variados oficios, desde cow-boy a jugador profesional, pasando por revolucionario a las órdenes de Pancho Villa y arqueólogo. Frecuentó los ambientes más contradictorios, desde locales de exploradores hasta clubes de millonarios.

Al poco tiempo de llegar a la zona conocida como Punta Gorda, el explorador inglés comenzó sus excavaciones, en plena selva, en busca de ruinas mayas Tras luchar contra las inclemencias de la jungla y del clima tropical, y después de varios meses de trabajo infatigable con la ayuda de empleados nativos, Mitchell-Hedges descubrió una gran plaza de piedra, varias pirámides, casas y cámaras subterráneas pertenecientes a un complejo arquitectónico que bautizaron con el nombre de Lubaantun (que significa algo así como “Ciudad de las piedras Caídas”). Despejar el lugar de vegetación llevó varios meses.

El descubrimiento entusiasmó a Mitchell-Hedges, quien estaba convencido de que aquella ciudad había pertenecido a la legendaria atlantida lo que lo motivó para continuar las excavaciones durante siete años más.

Por aquel entonces su hija adoptiva, la pequeña Anna, era apenas una adolescente inquieta, y el día de su cumpleaños número diecisiete se produjo el gran descubrimiento: “Durante días veíamos algo entre las piedras al recibir los reflejos del sol—recuerda ahora Anna Mitchell-Hedges— y no descansamos hasta hacer accesible aquel lugar. Fui yo quién lo rescató, porque mis manos eran más pequeñas que las de los demás, y se lo enseñé a mi padre. Él se resistía a creer en el descubrimiento de aquel cráneo de cristal…”

El “Cráneo del Destino” es una calavera de cristal de roca a tamaño natural, de cinco kilos de peso, esculpida en una sola pieza. La perfección absoluta de su tallado y su incólume pulido, la exactitud de sus detalles y su mandíbula articulada la convierten en una réplica exacta de un cráneo humano, pero el origen de su fabricación, al parecer hace siglos, es un auténtico misterio.

Como la hija del explorador cumplía años el día del descubrimiento, el cráneo de cristal terminó siendo un regalo para ella. Anna Mitchell-Hedges es su dueña actual y es quien viaja para exponerla y hacerla estudiar. La perfección técnica en el diseño y elaboración de esta calavera ha fascinado a una verdadera legión de investigadores de numerosas disciplinas. Personas de distintas corrientes esotéricas le atribuyen poderes sobrenaturales y la han rodeado de un aura de magia y leyenda, lo cual ha causado una impresionante multiplicación de las calaveras de cristal que aparecen en manos de personas de todo el mundo. La fabricación del “Cráneo del Destino” por artesanos mayas está rodeada de todo tipo de dudas y afirmaciones de que es una imposibilidad técnica.

Realizado en cristal de cuarzo, este cráneo alcanza una dureza en la escala de Mohs de 7 sobre un máximo de 10, lo que significa que sólo pudo ser cortado y pulido con esa precisión con herramientas muy duras, como el corindón (rubí) o el diamante. Ha sido sometido a diferentes análisis, pero quizás el más conocido de todos ellos fue el realizado a principios de los años 70 por la compañía estadounidense Hewlett-Packard. Los resultados de esta investigación desconcertaron a la comunidad científica. Sus conclusiones eran rotundas: el tallado de ese cráneo debió llevar al menos 300 años de trabajo manual. Es el único modo de cortar y pulir ese objeto con las herramientas que disponían los mayas. No se halló ni una sola prueba que pudiera confirmar la utilización de elementos metálicos en el proceso de tallado del cráneo y es muy difícil establecer una fecha para su construcción, que tal vez rondaría entre el año 1.400 y 1.300 de nuestra era. Sin embargo, los indígenas que acompañaron a Mitchell-Hedges en Lubaantum (lugar de las piedras caídas) y siempre según sus propias palabras, aseguraron que el “Cráneo del Destino” tenía más de 3.600 años de antigüedad.

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