Los profetas del Nuevo Testamento y la profecía hoy.

Los profetas del Nuevo Testamento y la profecía hoy.

Es sabido que el cesacionismo rechaza la idea de que Dios continúe revelándose por medio de los antiguos modos, por eso es importante trabajar el concepto de profecía en la Escritura. La profecía fue uno de los medios más importantes que Dios usó, y es también uno de los dones que los continuistas creen que aún son existentes y necesarios para la vida de la iglesia.

Hablando sobre este don, Jack Deere dice “ellos nos son dados como instrumentos para edificar al cuerpo (1 Co. 12.7). Por eso no podemos prescindir de ellos.” (1995, pp. 162–163). Grudem termina su libro El Don de Profecía con un capítulo que trata de la importancia del don de profecía para hoy. Él muestra tres beneficios que la iglesia tendría si permitiera que la profecía se usara en ella. Primero él afirma que “si el argumento presentado aquí es correcto, negligenciar la profecía es desobedecer las Escrituras” (2004, p. 296). En segundo lugar, él dice que “si usamos este don, él indubitablemente adicionará un elemento de proximidad a Dios y de sensibilidad a sus orientaciones en nuestra caminata diaria” (2004, p. 296). Finalmente, en tercer lugar, él dice “estoy convencido de que, si el don de profecía fuera permitido, por lo menos en algunas reuniones de la iglesia, ella sumará gran medida de vitalidad y adoración y acrecentará el sentido de reverencia que experimentaremos al ver a Dios obrando en ese lugar” (2004, p. 297). Si el argumento de Grudem fuera correcto, probablemente estas conclusiones también lo serían. Por eso la necesidad de estudiar la Escritura para verificar la necesidad de estos dones hoy.
Al contrario de lo que se piensa popularmente, la profecía no debe ser definida como predicción del futuro, sino como una “proclamación de una revelación divina que ocasionalmente también puede incluir la predicción de eventos futuros.” (ROBERTSON, 1999, p. 8). Esto es importante para afirmar la continuidad o cesación de la profecía, pues quien quiera afirmar que profetiza, no solamente debe afirmar que hizo una predicción del futuro, sino que también debe afirmar que lo hizo recibiendo una revelación directa de parte de Dios.
El movimiento profético en la Escritura comienza con Moisés y en ese periodo alcanza su auge. Del profetismo de Moisés, usando algunos textos del Pentateuco, podemos aprender que el profeta es el medio usado por Dios.
En Éxodo 7.1-2 Dios coloca a Aarón como profeta de Moisés. Aarón tendría la misma autoridad que su hermano en representación suya. El texto dice “Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Mira, yo te hago como Dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tú hablarás todo lo que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará a Faraón, para que deje salir de su tierra a los hijos de Israel.” Robertson afirma que “Aunque la palabra de Dios, originándose con Moisés, sea intermediada por Aarón, no llega al Faraón con una autoridad reducida” (1999, p. 10).
En Éxodo 4.15-16 se ve como el profeta no recibe solamente las ideas o pensamientos, sino que las palabras. Dios dice “Y tú le hablarás, y pondrás las palabras en su boca; y yo estaré con tu boca y con su boca y os enseñaré lo que habéis de hacer. Además, él hablará por ti al pueblo; y él te servirá como boca y tú serás para él como Dios.” El profeta es la “boca” de quien habla por medio de él. Esto es afirmado por el mismo Grudem que acerca de los profetas del Antiguo Testamento dice:
La autoridad de los mensajeros de Dios – los profetas – no estaba limitada al contenido general o simplemente a las ideas principales de sus mensajes. En lugar de eso, afirmaban repetidamente que sus palabras eran las palabras de Dios, entregadas a ellos para que fueran llevadas al pueblo. (2004, p. 24)
Deuteronomio 18 descibe como cualquier cosa que substituya la palabra revelatoria de Dios debe ser completamente rechazada. También es importante lo que Moisés dice en el versículo 15. Dios mismo suscitaría un profeta como él, refiriéndose a Cristo. Cristo es el mediador profético entre Dios y el pueblo. Robertson afirma
El escritor de la epístola a los Hebreos habla de la finalidad de la revelación profética como encontrada en Jesucristo. Dios habló previamente de muchas y diferentes maneras, a través de muchos y diferentes mediadores proféticos. Pero Él ahora ha hablado definitivamente por la mediación del Hijo (Hb. 1.1) (1999, p. 9).
En el Nuevo Testamento se repite, después de muchos años, la experiencia profética. En Pentecostés se cumple la profecía de Joel que afirmaba que con la llegada de los últimos tiempos Dios derramaría su Espíritu y se cumpliría lo dicho en Números 12.6: “Él dijo: Oíd ahora mis palabras: Si entre vosotros hay profeta, yo, el SEÑOR, me manifestaré a él en visión. Hablaré con él en sueños.” Por esto, Knight III afirma que en el Nuevo Testamento, profetizar significa “la capacidad de hablar las palabras que Dios da a quien profetiza” (1998, p. 11). El fenómeno veterotestamentario continúa en esencia siendo igual en el Nuevo Testamento. El profeta continúa entregando revelaciones acerca de Dios y venidas directamente de Dios por medio de la boca del profeta. Profetizar, profeta y profecía son tres conceptos que están siempre juntos. Se deja de existir uno de ellos, los otros también dejan de existir.
Aquí se encuentra la gran diferencia de la posición cesacionista con la posición de continuistas como Grudem o Piper. Para Grudem, los verdaderos profetas del Nuevo Testamento son los apóstoles y no los profetas. “No es sorpresa que, al leer el NT, encontremos varias ocasiones en que los apóstoles estén ligados a los profeta del AT. Pero los profetas del NT, en contraste, en ningún momento están unidos de la misma manera a los profetas del AT” (GRUDEM, 2004, p. 32). Este argumento está basado en la interpretación que Grudem hace de Efesios 2:20, que posteriormente estaré tratando aquí en el blog. Interpretación que demostraré ser equivocada. Los apóstoles y los profetas (del AT y el NT) son el fundamento de la iglesia.
Piper afirma que hoy existen profetas falibles. En la conclusión de su sermón “La autoridad y naturaleza del don de profecía” él afirma que
Necesitamos crear una categoría en nuestro pensamiento para un tipo de discurso que nace del Espíritu, es sustentado por el Espíritu, que tiene raíz en la revelación, y que necesita ser probado y discernido. Necesitamos otra categoría de profetas al lado de aquella de los verdaderos profetas. En un lado aquel que habla con inspiración verbal infalible (los profetas autores bíblicos, más Jesús y los apóstoles), y los falsos profetas, que son condenados en Deuteronomio 13.3; 18.20 (cf. Jeremías 23.16). La enseñanza que encontramos en la Biblia acerca de la profecía no se acaba simplemente con esas dos categorías. Necesitamos de una tercera categoría para el “don espiritual de profecía” – que nace del Espíritu, es sustentado por el Espíritu, que tiene raíz en la revelación, pero que está mezclado con la imperfección y falibilidad humana, y que necesitar ser probado. (1990)
Grudem también afirma la falibilidad de la profecía desde el momento de su definición. Él afirma que
La profecía consiste de las palabras meramente humanas relatando algo que Dios trae a la mente.
En términos prácticos, significa que a profecía de instrucción ética (“Usted no debe cambiarse de ciudad”; “Usted debe dejar su empleo y dedicar su tiempo a la predicación”; “Usted debe casarse con tal joven”) no siempre debe, obligatoriamente, ser considerada divina (por ejemplo, desobedecerla no es lo mismo que desobedecer a Dios), pero debe ser vista como un relato bastante próximo (pero no infalible) del profeta sobre alfo que él cree (aunque no tenga la plena certeza) haber sido revelado por Dios (2004, p. 180).
Grudem ya había sido citado afirmando la infalibilidad de los profetas en el Antiguo Testamento. ¿Por qué él cree que la profecía cambió tan drásticamente? En los capítulos tres y cuatro del libro “El don de profecía”, Grudem presenta lo que él llama ejemplos de “profecía congregacional común” (2004, p. 112). Toda la argumentación de Grudem descanza en una aparente discontinuidad de la profecía. En esa presuposición está el error de Grudem. Aquella discontinuidad no existe. En la “profecía del Antiguo Testamento sobre la profecía en el Nuevo Testamento” (Joel 2.28-32) se lee que el profeta dice “Y sucederá que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán” (Joel 2:28a). Joel usa aquí la palabra que es común en todo el Antiguo Testamento para referirse a la profecía (נָבָא). Él indica también como sucederá eso: “vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 2:28b). Las palabras que Joel usa son palabras sacadas de Números 12.6, donde Dios habla de su provisión de profetas para su pueblo. Joel profetizó que en el futuro acontecería lo que Dios había dicho en Números. Pedro, cuando explica lo que aconteció en Pentecostés, cita a Joel y afirma que la profecía sobre la profecía se cumplió (Hechos 2.16-21). Dios estaba dando profetas a su pueblo: profetas del mismo tipo que los profetas del Antiguo Testamento.
La asociación que Pablo hace entre los apóstoles y los profetas junto a la importancia que Pablo da al don de profecía muestran el gran prestigio que ellos tenían en la iglesia apostólica.

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